"Ahora quiero tu trasero", me susurra al oído. Respondo que eso es sólo para mi marido. Sin alterarse, me pone a noventa grados, saca un lubricante del cajón de la mesita de noche y empieza a prepararme. "Ahora dame tu trasero, pensarás en tu marido más tarde". Sin más objeciones, me rindo. Placer y dolor...