STORY TITLE: NUESTRA PRIMERA VEZ III 
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NUESTRA PRIMERA VEZ III


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NUESTRA PRIMERA VEZ III

by danyperez
Viewed: 144 times Comments 1 Date: 28-08-2021 Language: Language

Después de largos debates con Jorgelina (la fantasía la volvía loca, pero pasados los momentos de calentura mientras cogíamos, no quería saber nada con un encuentro real con otro hombre) nos pusimos de acuerdo (los 3) en encontrarnos en el bar de un buen hotel de la ciudad donde vive (o donde vivía en ese momento) Marcelo, pero dejando bien en claro que no pasaría nada en el plano sexual. Solo nos encontraríamos para conocernos, tomar algo y tener una buena charla. De todas formas, con solo concretar eso, ampliaríamos el morbo de los 3 imaginando y fantaseando con lo que podría llegar a pasar. Coordinamos con Marcelo un fin de semana, reserve en el hotel, una espléndida suite para la noche del viernes y sábado, y nos encontramos ese viernes a la tarde en el bar del hotel. Marcelo era tal como se veía en las fotos. Nos saludamos con un beso, y no estoy seguro si porque era lo que quería ver, así lo vi, pero me pareció que el beso a mi esposa fue bien cálido y bastante cerca de su boca. Jorgelina estaba con unos jeans y una remera ajustada, que le marcaban la preciosa cola y las buenas tetas que tiene. No me resulta fácil de explicar lo que sentí en ese encuentro, pero había entre los 3 una complicidad que se percibía en el aire. Hablamos de temas intrascendentes, pero se notaba (cosa que después hablamos y era tal cual lo sentí) que nos analizábamos mutuamente. Marcelo a mi esposa y a mi, y viceversa. Yo ya sabía cómo era mi esposa cogiendo, pero sentí que Marcelo estaba imaginando justamente eso, como sería ella cogiendo. Mientras hablábamos, él miraba a mi esposa, sin llegar a ser lascivo, de una forma tal que le decía “no sabes cómo te cogería” y cada tanto me miraba, y yo leía en su mirada (y hoy se, por haberlo hablado con él, que no lo imaginé) “sé que estas doblado de calentura imaginando cómo me cogería y las cosas que le haría a tu mujer”. En un momento, para darle más morbo, al encuentro, me levanté y fui al baño dejándolos solos. De más esta decir que desde que me levante hasta que regresé a la mesa, los ratones que me caminaron haciéndome casi explotar la cabeza de calentura, de solo pensar en que mi mujer se había quedado sola con un semental que se la quería coger, sabiendo ella perfectamente que yo quería que cogiera con él. Cuando volví continuamos hablando por aproximadamente una hora más y luego nos despedimos quedando en hablarnos, pero sin determinar nada en concreto. Ni bien entramos a la habitación, comencé a besar a Jorgelina con una pasión que brotaba de la calentura reprimida que tenía. Y note que no solo tenía, sino que “teníamos”, ella estaba tan o más caliente que yo. Cuando le saque los jeans y le pase la mano por la tanguita que tenía puesta estaba toda mojada. Lo que me partió la cabeza de calentura. La acosté en la cama se la corrí a un costado y mientras le pasaba la lengua, ella gemía desesperada. La trabaje con mis dedos, mientras la besaba en la boca metiéndole mi lengua con gusto a los fluidos de su argolla, de donde venía. No pasó mucho tiempo hasta oír sus gemidos desesperados, sintiendo que ella comenzaba a acabar. En ese momento bajé nuevamente a su vulva a sentir el exquisito gusto de sus jugos cuando acaba. Gritaba extasiada hasta que sin disminuir su excitación, pese a haber acabado, me pedía a gritos que la cogiera. Entonces me la senté a caballito de mi pija que la tenía terriblemente parada, y sin sacarle su tanga empapada, comencé a frotársela con mi verga, mientras le decía al oído cosas como:
— Me parece que Marcelo te hizo mojar toda.
— No tenes ganas de sentir la pija de Marcelo apoyándote?
— Podes decirme lo que quieras, pero el morbo de estar sentada sola con un pendejo semental que te quería coger te hizo mojar toda la tanguita.
Con cada frase que le decía parecía calentarse aún más, entonces me dijo algo que, no solo me sorprendió, sino que me partió la cabeza de calentura:
— Cuando nos dejaste solos, Marcelo se acercó y me besó. No fue un beso de lengua, pero si apasionado, fue un beso muy dulce con sus labios contra los míos. Y me dijo al oído que, cuando me quedara sola con vos te lo cuente, para que te pongas bien caliente y me cojas como me merezco.
Después de eso no pude aguantar más (ella tampoco), le corrí la tanga toda mojada a un costado y se la mandé hasta el fondo. Al mismo tiempo la tomé de su cintura, evitando que comience a hamacarse y saltar sobre mi pija. Le dije:
— Amor no te muevas porque estoy recaliente y me vas a hacer acabar. Deja mi pija dentro tuyo que quiero decirte algo.
Ella se irguió encima mío y con mi verga dentro suyo, comenzó a frotarse la argolla con sus dedos, pajeándose desesperadamente.
— No hace falta decir que el encuentro con Marcelo nos recalentó, y estoy seguro que a él también. En su mirada se notó lo mucho que lo calentaste y las ganas que tiene de cogerte. Sé que no estás del todo convencida y como siempre hablamos, en esto no hay que forzar nada, todo tiene que fluir. Pero es indudable que él te gustó y vos le gustaste, no va a resultarnos fácil encontrar otro candidato como él. Que te parece si mañana lo invitamos a nuestra habitación aclarándole que es solo para que nos vea coger y nos filme, pero sin que él participe? En alguna de las conversaciones me dijo que también le gustaba mucho mirar y gozar con el placer de los demás. De esa forma no vas a estar obligada a nada y te vas a recalentar tanto o más que yo sabiendo que hay alguien mirándonos coger.
Si bien no me respondió, sentí como comenzaba a acabar por segunda vez. Eso me volvió loco de calentura y comencé a bombearla hasta llenarle la argolla de leche. Fue un polvo sublime. Nos relajamos en la cama y no hablamos más durante un rato bastante largo. No quería presionarla, estaba seguro que en algún momento me diría algo, ya que solo teníamos la noche siguiente y deberíamos regresar a nuestra ciudad. Así fue, al rato me dijo:
— Bueno, pero explicale bien claro que es solo para que miré. Y la filmación la hace con mi teléfono.
No puedo explicar la calentura que sentí al oírla decir eso.

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