Una esposa guarrilla, totalmente sumisa al cerdo negro que ella y su marido eligieron. Llegará a casa o al trabajo, puntual, ¡y luego recibirá algunos medios para pajearse! La guarrilla ya anda desnuda fuera de casa, en el callejón. La llevo a la habitación, le doy buenos azotes y dejo que me haga una mamada hasta que lloro; lágrimas, saliva y semen se mezclan y se convierten en un excelente lubricante para su ano. Luego me la follo. Empalada. Ella grita. ¡Sin dignidad hasta que se corre sobre mí!