Era un sábado, un sábado como muchos otros donde nos reuníamos con amigos para someterla a juegos de sado y echar un polvo grupal. Pero cuando llegaron sus amigas ella no quiso y no la obligamos. Pero hubo que castigarla: el sábado siguiente pagó la pena con el corte de pelo que tanto le importaba. Y aquí está ella con el pelo corto después del corte.