Le quitamos los zapatos a mi esposa y luego la desnudamos parcialmente. Le atamos los pies, pero queda la cuerda... Luego le metemos la cuerda rugosa en el coño. Al principio es agradable para la esclava, pero luego empieza a hacerle daño. Y ahí comienza el placer para sus verdugos. ¡Empuja, empuja, aún hay más!