Había un lugar donde no existía ni la vergüenza ni la indignación de cuerpos y almas, ese lugar moraba en su mente, allí donde todo era posible, los sentidos se encendían hasta que perdían el control y esto accedía a ese milagro capaz de embelesarlos más. todos los días, el sueño era traspasar los límites comunes todos los días, viajar, perderse, consumirse unos a otros, encontrarse unos a otros era una bendición para ellos, que los llevaba cada día más a la perdición.