Ver a mi mujer follar con otro hombre era muy excitante, pero ese día descubrí una excitación aún más intensa. Mientras la espiaba, vi a otro mirón cerca, masturbándose mientras la veía follar, y enseguida me di cuenta de que me gustaba. Él también me vio y, para mi sorpresa, se acercó lentamente hasta quedar prácticamente encima de mí. Miró mi polla y luego me enseñó la suya, que era grande y estaba curvada hacia arriba. Luego se colocó detrás de mí y me dijo que siguiera viéndolos follar. Sus manos me desabrocharon los pantalones y, tras bajármelos junto con la ropa interior, metió su polla entre las nalgas. Me abrazó por detrás y empezó a acariciarme mientras su polla se frotaba cada vez más fuerte entre mis nalgas. Estaba dura, caliente, y podía sentir todo su deseo. Recordé esos días con aquella pareja bisexual con la que tuve mis primeras experiencias, y mi lado femenino me impulsó a revivir esas experiencias que había intentado evitar después del matrimonio. Cuando él, excitado por mi cuerpo depilado, me susurró al oído que tenía un culo de mujer, empecé a restregarme contra él, alimentando aún más su deseo. Se arrodilló detrás de mí y empezó a lamerme el ano, y supe que no podía volver atrás. Tomar su polla sin la lubricación adecuada fue muy doloroso, pero sentirme mujer de nuevo después de tantos años fue maravilloso. Y así, mientras ese hombre se corría dentro de mi esposa delante de mí, otro hombre se corría dentro de mí.