Descripción: El mensaje llegó por la tarde: “Hola, me llamo Alessia. He oído hablar de ti. Me gustaría un masaje… uno especial”. Había aprendido a reconocer ciertas peticiones. Respondí con calma y le pregunté qué quería exactamente. No entró en explicaciones innecesarias: quería un masaje tántrico, absoluta discreción y un lugar neutral. Dos horas después, me envió la dirección de un motel fuera de la ciudad. Cuando entré en la zona de recepción poco iluminada, la vi inmediatamente. Sentada en un sofá de cuero, acarició el borde de su teléfono. Él levantó la mirada y nos reconocimos sin palabras. Subí el cuello de mi chaqueta y le hice un gesto con la cabeza. Se levantó en silencio, entregó sus documentos a la recepcionista y cogió la llave de la habitación 207. La seguí por el pasillo, el sonido de sus tacones en el suelo parecía más rápido que su respiración. Al abrir la puerta, el olor a sábanas frescas y madera pulida nos envolvió. Cerró la puerta tras ella y apoyó la espalda contra ella como para reunir valor. —Nunca había hecho algo así —susurró. Sonreí levemente y dejé mi bolso al lado de la cama de matrimonio. “No tienes que hacer nada. Simplemente te dejaré ir”. Ella asintió, desabrochando lentamente el cinturón de su gabardina. Aún había un atisbo de vacilación, pero lo dejó caer sobre la silla. La invité a acostarse en la cama, mientras encendía un pequeño altavoz con música relajante. Abrí mi bolso, calenté el aceite en mis manos y me acerqué a ella. Los primeros toques fueron delicados, siguiendo las líneas de su cuerpo con movimientos lentos y envolventes. Sentí que su respiración cambiaba, se hacía más profunda, mientras las tensiones se derretían bajo mis manos. Los minutos se alargaban. La línea entre el masaje y otra cosa se volvió impalpable, un juego de sensaciones que la dejó sin aliento. Su cuerpo respondió, abriéndose a una nueva e intensa experiencia. Cuando terminé, ella yacía allí, con los ojos cerrados y una sonrisa relajada en los labios. “No pensé que pudiera ser así…”, murmuró. “¿Cómo?” Pregunté. Él abrió los ojos y me miró. “Tan intenso. Tan… viva.” Se levantó lentamente, todavía envuelta en esa energía. Luego, casi para justificarse, añadió: “Mi marido nunca lo entendería”. No respondí. No era necesario Recogí mis cosas mientras ella se sentaba en la cama, perdida en un pensamiento que quizá ni ella misma pudiera explicar. Cuando cerré la puerta tras de mí, supe que, al menos esa noche, había encontrado lo que buscaba.
From: Massaggioxlei | Creado el: 18-02-2025 14:02:21h