Llegó el cerdo y quedó encantado. Le di el visto bueno y le dije: “¡¡¡Es todo tuyo, déjame divertirme!!!“ Luego empezó a manosear sus espléndidos pechos, torturando sus pezones a través de la red. La polla del toro se endureció, y me di cuenta cuando ella empezó a frotar su culo contra su vientre...